jueves, 26 de mayo de 2011

Algunas veces las migajas son lo mejor, incluso puede que rocen lo sublime...


Mi discordancia de opiniones con mis coterráneos es un hecho con el cual convivo desde niño. No suelo derramar mi apreciado tiempo  en pretender persuadir a nadie con mis argumentos para cambiar una opinión y hoy no es una excepción. Tan solo, voy a aportar mi punto de vista sobre lo que para mí significa el amor o las interacciones sentimentales del tipo que sean.

Soy consciente que toda relación se basa en la reciprocidad. Pero me niego a asumir que el amor deba estar supeditado a simbiosis mercantiles estipuladas previamente con obligaciones y derechos, eso destruye la pasión. No veo gran diferencia en trueques o matrimonios pactados con dos cabras, un cordero y un camello como moneda. La única divisa que creo imprescindible es el deseo mutuo. Si la relación  ha de sostenerse por cualquier tipo de dependencia pierde su encanto. Quiero querer y que me quieran por el cruce de palabras, caricias, miradas y horas de camas revueltas sin fechas límites ni  horas de llegada. No creo,  incluso, haya que compartir todo el tiempo con tu pareja, es más, lo considero negativo. Me molesta hasta el término <<mi mujer o mi novio>> asumiéndose como posesión. Yo no pertenezco a nadie, ni nadie me pertenece. Quiero amar libremente y ser amado del mismo modo. No soporto miradas de; no tengo más remedio que aguantarte. No quiero dar de beber de esas aguas a quien amo. Prefiero;  estoy mientras tú quieras que esté, me voy cuando no me quieras ver, te doy lo que yo quiera y dame lo que te sobre. A; quédate que me siento solo, dame lo que necesito o cubre el amor que no tengo por mí.

Estoy harto de oír ---- mi pareja no me da lo que yo quiero, no hace lo que le pido o no quiere venir conmigo donde a mí me gustaría----
Sinceramente pienso que el argumento debe ser el contrario. Voy a buscar a quien quiero para darle mi alegría, mi felicidad, mi comprensión, mi tiempo, mi apoyo y mi amor. Solo el que tengo no el que me pidas. El obligado o impuesto  no es puro y ya no lo quiero. No reclamo un amor para que cuide de mí o para que me acompañe en mi vejez. Prefiero morirme solo. Que por otro lado en soledad es cuando más acompañado me encuentro, y pienso que no es mal punto de partida. Uno ha de amarse para amar, ha de apreciar la soledad para poder acompañar, ha de conocerse para conocer.
Opto por regalar mis risas, mi felicidad, algunas de mis penas y  mis deleites a quien las desee, sin compromisos, ni falsas promesas... Y por supuesto, sin balanzas donde medir quien aporta más. Estoy seguro de que de ese modo la recompensa es mucho mayor. Y si la cuantía es menor, por poco que revierta, tendrá un valor ilimitado. Porque  subyace de la verdad, no del compromiso. De la honestidad, no del egoísmo. Del deseo, no de la codicia.
 
Algunas veces las migajas son lo mejor, incluso puede que rocen lo sublime…