lunes, 7 de noviembre de 2016

Villalute. Capítulo II.






Posó el matorral de romero en una maceta de arcilla. La lluvia apretó su fuerza y con ella, la llama del corazón del niño guerrero, la rabia de la culpa se transformó. La tierra comenzó a enfangarse y los pasos eran pesados, los pies se hundían en el barro como si la naturaleza le incitase a elegir en un instante, si vivir o morir, llorar o reír, despertar o dormir.
Se despojó de su ropaje, también de su traje y por un momento se salió de él. Corrió, corrió desnudo, como un caballo que sin miedo a la tormenta galopa bailando su crines al viento, fundiéndose alborozado con los cuatro elementos.

Al parar la tormenta se tumbó mirando al cielo las nubes pasar. La calma absoluta la rompía el caer de las las últimas gotas, que resbalaban por las hojas del olivar. Las nubes se disipaban y las voces se oían lejanas aunque perceptibles...

Siempre pensaste que naciste para ser libre,
yo insistía en la utopía de la libertad.
Me equivoqué, aunque vos también.
Eres insubordinado como el agua, que nada para su camino.
Pero ese mundo en el cual vives, de obtusos humanos,
siempre cambia los destinos. Tiene miedo, es cobarde,
traidor y despechado; no se sabe equivocar,
destruye sin más sentido, que el que mata por matar.
Es verdad es tu destino, ese, de la libertad.
Pero el ser libre tiene un precio, ¿Lo estás dispuesto a pagar?
Si es así, lo podrás ser … ¿Pero es libre el que tributa?
o ¿es quimera el autónomo albedrío?
Sé que eres tú padre quien me habla. Pero, ¿es mi locura quien te oye? o ¿es verdad que tu alma me acompaña, me cuida, me vigila, me protege y me da calma?
No lo sé, ¿tú que crees?
¿No eres tú quien siempre decía que la verdad es la que te puedas demostrar?
Cada te quiero huele a una flor.
Los te quiero tristes huelen a crisantemo,
A margarita la tristeza del amor
Los alegres son claveles,
Ardiente la flor de la pasión;
magnolia la melancolía y las rosas…
¡Ay! las rosas; dependen de su color.
¿Qué tiene que ver esto, padre, con esta conversación?
¿A que ya no estás melancólico por conversar con mi fantasma?
¿A que ya no tienes miedo por saber si es locura lo que ves?
Sabes lo que jode a mi persona que me respondan con una pregunta, y me haces dos, pero no sé porqué no me importuna. Aunque ¿por qué entonces, vuelvo a tener las manos arrugadas y mi cara se refleja madura en el cristal?
Tú borraste las arrugas, vos las volviste a arrugar y tú solo te respondes…
Serás libre cuando creas, cuando creas de nuevo que puedes volar.
Continuará…

Julio Valverde