La belleza de la exactitud, muere
con la ambigüedad.
Ya no se para el tiempo cuando ve
las hojas caer,
y no se estremece cuando llega el
amanecer.
Ya no corre riesgos cuando libra sus
batallas,
y no le teme a la muerte, tiene
miedo por vivir.
Ya no camina seguro, son altos todos
los muros;
y no duerme a pierna suelta, ahora
sufre por amar.
El “quejío” de su garganta tiembla
antes de llorar.
Ya la sangre de su pluma no se
derrama al cantar.
sus palabras no son ciencia, son
dudas del inframundo,
de lugares de este mundo, que nunca
habitó jamás.
Por eso ya no se ubica, por eso ya
no se ama,
Y se extraña, se daña y oculto queda
su duende;
no sabe de qué depende, pende de un
hilo su suerte.
Y aunque no encuentra el camino, no
se resigna a volar.
Pone a secar sus alas, las lagrimas
de su alma
se resbalan por sus plumas, ya no
elevan la mirada.
Y pesado su plumaje que aparente no
alza el vuelo
persigue el aire caliente, así
asciende sin esfuerzo
no tiene que aletear, alienta así su
bailar.
No quiere deberle a Ángela lo que no
debe guardar.
Ya; No lo quieras tanto, quiérelo
bonito.
Julio Valverde Lute.
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