Acaricia abatido el niño rebelde,
las flores blanca del valle verde.
En el monte de abruptas rocas
deja descanso a los rayos del sol.
Los campos yermos enrojecen,
calmose el aire, por la hora bruja.
Los viejos duendes se le aparecen
Y se limpia de sangre la armadura.
Arrodillándose y mirando al cielo;
clava su espada plata en el suelo.
Abre ventanas y mira de verdad;
al fuego, al aire, a la tierra y al mar.
Julio Valverde Lute. Salud, pura vida y libertad.
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